Sergio Sancho

Desde pequeño estuve rodeado de discos. No entendía muy bien lo que pasaba cuando sonaban, pero algo se movía dentro de mí. A los 14 monté mi primera banda con amigos del barrio. No sabíamos grabar, pero lo intentábamos con una copia pirata de Nuendo y muchas ganas. Así, de forma autodidacta, empecé a producir sin saber que ya lo estaba haciendo.

Hoy, después de más de 25 años en el camino, sé que mi verdadera vocación no es solo producir canciones: es ayudar a los artistas a descubrir quiénes son de verdad, y traducir eso en música que los represente. Eso es lo que me mueve: ver cómo alguien se reconoce en una canción que acabamos de grabar. Esa sonrisa. Esa emoción. Esa certeza.

He tenido la suerte de trabajar con artistas como Raphael, Vanesa Martín, Ana Guerra, Nena Daconte o Morat, entre muchos otros, tanto en estudio como en giras nacionales e internacionales. Este viaje me ha llevado a tocar en escenarios míticos como el Royal Albert Hall de Londres, el Madison Square Garden de Nueva York, el Auditorio Nacional de México, el Movistar Arena de Madrid y Santiago de Chile o el Luna Park de Buenos Aires, entre muchos otros.

Pero igual de importante para mí ha sido colaborar con músicos independientes que simplemente tenían algo valioso que decir. Porque más allá del nombre o el lugar, todos los proyectos merecen la misma atención si hay verdad detrás.

Mi propósito es claro:
Producir música que trascienda algoritmos, tendencias y números.
Canciones que podamos mirar dentro de 20 años y seguir sintiendo orgullo.

Si algo he aprendido en este viaje, es que la autenticidad siempre encuentra su lugar. Por eso creo en una producción cuidada e íntima, donde cada artista se sienta escuchado de verdad.

Hoy mi misión va mucho más allá de grabar o producir: lo que realmente hago es ayudarte a construir tu historia con música.

Una historia que nazca de lo que eres.
Que no siga fórmulas ni modas pasajeras.
Una historia que se sienta tuya, que conecte y que permanezca.
Porque cuando la música es honesta, no caduca: deja huella.

Y quiero que, cuando miremos atrás, tú y yo podamos sentirnos orgullosos del legado que dejamos juntos.